Señalame el camino, búho, en mi marcha oscura.
Señalame el camino, cuervo, en mi marcha silenciosa.
Señalame el camino, serpiente sabia, en mi marcha siseante.
Señalame el camino, luna cantina, para caminar por donde los
pasos duelan menos.
Señalame el camino, lucero empecinado, y guíñame un ojo.
Señalame el camino, teru-teru, con tu engañoso grito.
Señalame el camino, amada, en mi retorno a la vida.
Señalame el camino, amigo, para evitar las trampas de la
noche.
Señalame el camino, hermano, para no equivocar mi abrazo.
Señalame el camino, lluvia, para no equivocar mis lágrimas.
Señalame el camino, golondrina, para no volver al invierno.
Señalame el camino, zorzal, para no equivocar mi canto.
Señalame el camino, maestro, para no equivocar mis
consonantes.
Señalame el camino, maestra, para no equivocar mis álgebras
de amor.
Señalame el camino, Pedro, para volverte a ver cuando sea mi
hora.
Señalame el camino, Juan, para olvidar la sangre y recordar
las bagualas del monte.
Señalame el camino, hijo, para ser tu luz y quedarme.
Señalame el camino, papá y me recostaré, por fin, en tu
amparo.
Señalame el camino, abuela, y enseñame la paz.
Señalame el camino, mamá, y así reconocer por fin, tus
manos.
Señalame el camino, rabino sabio, para aprender a perdonar.
Señalame el camino, cura bueno, y enseñame a rezar.
Señalame el camino, jazmín, para saber que, por
fin, llegué a sus brazos.