lunes, 23 de noviembre de 2015

NECROPSIA


Siempre creí ser peronista. Porque vengo de tradición y familia peronista, porque fui militante peronista, porque vengo del MUN y luego de la JUP, porque fuimos la resistencia contra las dictaduras, porque aportamos la mayoría de los muertos y desaparecidos en las largas noches de esta amada Argentina.
Los que éramos muy jóvenes, sindicalistas, estudiantes y obreros luchando en esas épocas tenebrosas y pusimos nuestra sangre en tierra, fuimos perseguidos, desaparecidos, exiliados, escondidos, fusilados, secuestrados o encarcelados.
Perón murió de viejo. No me hablen de Perón
Hoy, viendo los resultados de las elecciones presidenciales, tengo que asistir a la autopsia que es necesaria para esclarecer una muerte. No la muerte del kirchnerismo que murió con Néstor y no merece mayor análisis, sino la muerte mucho más traumática (y no comprendida aún) del peronismo.
Pero el cadáver del peronismo no es el cadáver de Perón; tampoco es un cadáver de ahora, no es una muerte reciente. Así es que debo trabajar como forense en un cadáver corrupto y agusanado, en vías de convertirse en cenizas.
Quede claro que el peronismo es un cadáver. No se hacen autopsias sobre carne viva. El peronismo está bien muerto desde antes, inclusive, que muriera el propio Perón.

¿Cuándo murió el peronismo? ¿Causas del deceso? ¿Quién se benefició con su muerte?
Preguntas que un buen forense debe responder para que los pesquisas tengan oportunidad de descubrir qué pasó, cuándo pasó y quién fue el culpable.
La primera respuesta está clara, es obvia, pero debe figurar en el informe. El peronismo murió  el 26 de julio de 1952. Es pura coincidencia que, en esa fecha, también murió Eva Duarte. Como nota al pie debo acotar que los que ganaron las elecciones presidenciales en este 2015 son los sucesores de quienes pintaron las paredes de Buenos Aires con leyendas tales como “viva el cáncer” cuando se supo de la enfermedad de Eva.
La segunda respuesta puede ser opinable pero es mi análisis y, en consecuencia, mi opinión. Las causas de la muerte fueron varias y concomitantes, aunque la principal fue la bipolaridad ideológica del general Perón. Es cierto que la bipolaridad no suele ser mortal ni contagiosa aunque, en este extraño caso, fue ambas cosas. El propio Perón abortó toda posibilidad de que existiera un “peronismo sin Perón” a pesar de su discurso de trasvasamiento generacional, guerra revolucionaria e insurrección popular…
La tercera respuesta también es obvia, un poco escatológica, pero debe decirse claramente: los únicos beneficiados con una muerte, con cualquier muerte, son los gusanos. Y los gusanos proliferaron, mutaron, hicieron todo lo que hace un gusano que se precie. Hicieron metamorfosis, algunos, transformándose en moscas, otros en moscas que parecían mariposas pero eran moscas nomás y otros, la mayoría, permanecieron como gusanos de alta tasa reproductiva.
Millones y millones de gusanos de los cuales, eventualmente, devenía una mosca nueva que, como la entomología explica claramente, ponen sus huevos en el cadáver y producen más y más gusanos. Ese ciclo sólo se termina cuando ya no quedan trazas del cadáver.
Y comienza una paradoja sociológica, por no decir entomológica. Siempre hay cadáveres para que los gusanos se reproduzcan en un ciclo que jamás terminará porque los gusanos hasta se devoran entre ellos a la espera de nueva carne muerta.
Ahora devenido en forense, yo también fui alguna vez uno de esos gusanitos, hasta que ciertas trazas de ética inculcada en familia, impidieron que me canibalizara. En consecuencia mi destino, como el de muchos otros (el kirchnerismo como ejemplo más reciente) es la extinción.
Como fauna cadavérica simbiótica aparecen los radicales olvidadizos, los conservadores, los neoliberales, los pos neoliberales, los zurdos de plástico, los fachos golpistas, los medios monopólicos, los bufones del reino, los sindicalistas millonarios y la clase media cacerola. También los pibes chorros con remeritas del Che y algunos calvos con esvásticas en la frente y en el cerebro. En ese escenario contaminado y degradado no podía ser de otro modo: debía ganar la enfermedad crónica del gorilismo más recalcitrante.

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También es obvio: millones de gusanitos flacos, desconformes, temerosos y envidiosos de los gusanos gordos y caníbales, votaron a un insecto de otra especie: una cucaracha. Sabiendo todo lo asquerosas que son las cucarachas, votaron a una cucaracha. Entonces, entre gusanos y cucarachas yo decidí ser apasionado forense, insecto de otra especie no clasificada. Reniego de los gusanos y las cucarachas me producen náuseas. Decididamente soy de otra especie.

Conclusiones:
El peronismo murió hace mucho tiempo aunque algunos, muy pocos, todavía canten la marchita.
Se lo comieron los gusanos, algunos gorditos y otros flaquitos.
Los gusanos votaron, esta vez, a una cucaracha.
Los gusanos gorditos  terminarán comiéndose a la cucaracha.
Luego, cuando las cucarachas sobrevivientes consigan un helicóptero, los gusanitos tendrán que votar nuevamente a otro gusano.
El peronismo… ¿qué peronismo?