Siempre creí ser
peronista. Porque vengo de tradición y familia peronista, porque fui militante
peronista, porque vengo del MUN y luego de la JUP, porque fuimos la resistencia
contra las dictaduras, porque aportamos la mayoría de los muertos y
desaparecidos en las largas noches de esta amada Argentina.
Los que éramos muy jóvenes,
sindicalistas, estudiantes y obreros luchando en esas épocas tenebrosas y
pusimos nuestra sangre en tierra, fuimos perseguidos, desaparecidos, exiliados,
escondidos, fusilados, secuestrados o encarcelados.
Perón murió de viejo.
No me hablen de Perón
Hoy, viendo los
resultados de las elecciones presidenciales, tengo que asistir a la autopsia
que es necesaria para esclarecer una muerte. No la muerte del kirchnerismo que
murió con Néstor y no merece mayor análisis, sino la muerte mucho más
traumática (y no comprendida aún) del peronismo.
Pero el cadáver del
peronismo no es el cadáver de Perón; tampoco es un cadáver de ahora, no es una
muerte reciente. Así es que debo trabajar como forense en un cadáver corrupto y
agusanado, en vías de convertirse en cenizas.
Quede claro que el
peronismo es un cadáver. No se hacen autopsias sobre carne viva. El peronismo
está bien muerto desde antes, inclusive, que muriera el propio Perón.
¿Cuándo murió el peronismo? ¿Causas del deceso? ¿Quién se
benefició con su muerte?
Preguntas que un buen
forense debe responder para que los pesquisas tengan oportunidad de descubrir
qué pasó, cuándo pasó y quién fue el culpable.
La primera respuesta
está clara, es obvia, pero debe figurar en el informe. El peronismo murió el 26 de julio de 1952. Es pura coincidencia
que, en esa fecha, también murió Eva Duarte. Como nota al pie debo acotar que
los que ganaron las elecciones presidenciales en este 2015 son los sucesores de
quienes pintaron las paredes de Buenos Aires con leyendas tales como “viva el
cáncer” cuando se supo de la enfermedad de Eva.
La segunda respuesta
puede ser opinable pero es mi análisis y, en consecuencia, mi opinión. Las
causas de la muerte fueron varias y concomitantes, aunque la principal fue la bipolaridad
ideológica del general Perón. Es cierto que la bipolaridad no suele ser mortal
ni contagiosa aunque, en este extraño caso, fue ambas cosas. El propio Perón abortó
toda posibilidad de que existiera un “peronismo sin Perón” a pesar de su
discurso de trasvasamiento generacional, guerra revolucionaria e insurrección
popular…
La tercera respuesta
también es obvia, un poco escatológica, pero debe decirse claramente: los
únicos beneficiados con una muerte, con cualquier muerte, son los gusanos. Y
los gusanos proliferaron, mutaron, hicieron todo lo que hace un gusano que se
precie. Hicieron metamorfosis, algunos, transformándose en moscas, otros en
moscas que parecían mariposas pero eran moscas nomás y otros, la mayoría,
permanecieron como gusanos de alta tasa reproductiva.
Millones y millones de
gusanos de los cuales, eventualmente, devenía una mosca nueva que, como la
entomología explica claramente, ponen sus huevos en el cadáver y producen más y
más gusanos. Ese ciclo sólo se termina cuando ya no quedan trazas del cadáver.
Y comienza una
paradoja sociológica, por no decir entomológica. Siempre hay cadáveres para que
los gusanos se reproduzcan en un ciclo que jamás terminará porque los gusanos
hasta se devoran entre ellos a la espera de nueva carne muerta.
Ahora devenido en
forense, yo también fui alguna vez uno de esos gusanitos, hasta que ciertas
trazas de ética inculcada en familia, impidieron que me canibalizara. En
consecuencia mi destino, como el de muchos otros (el kirchnerismo como ejemplo
más reciente) es la extinción.
Como fauna cadavérica simbiótica
aparecen los radicales olvidadizos, los conservadores, los neoliberales, los pos
neoliberales, los zurdos de plástico, los fachos golpistas, los medios
monopólicos, los bufones del reino, los sindicalistas millonarios y la clase
media cacerola. También los pibes chorros con remeritas del Che y algunos
calvos con esvásticas en la frente y en el cerebro. En ese escenario
contaminado y degradado no podía ser de otro modo: debía ganar la enfermedad
crónica del gorilismo más recalcitrante.
Enigma resuelto: ¿Cómo pudo ganar Macri?
También es obvio:
millones de gusanitos flacos, desconformes, temerosos y envidiosos de los
gusanos gordos y caníbales, votaron a un insecto de otra especie: una
cucaracha. Sabiendo todo lo asquerosas que son las cucarachas, votaron a una
cucaracha. Entonces, entre gusanos y cucarachas yo decidí ser apasionado
forense, insecto de otra especie no clasificada. Reniego de los gusanos y las
cucarachas me producen náuseas. Decididamente soy de otra especie.
Conclusiones:
El peronismo murió
hace mucho tiempo aunque algunos, muy pocos, todavía canten la marchita.
Se lo comieron los
gusanos, algunos gorditos y otros flaquitos.
Los gusanos votaron,
esta vez, a una cucaracha.
Los gusanos gorditos terminarán comiéndose a la cucaracha.
Luego, cuando las
cucarachas sobrevivientes consigan un helicóptero, los gusanitos tendrán que
votar nuevamente a otro gusano.
El peronismo… ¿qué
peronismo?
Aclaro que en esta nota no quise ofender a los gusanos ni a las cucarachas. Ellos son parte de la naturaleza argentina y de la biología mundial. Son sólo bichitos....
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