lunes, 11 de abril de 2011

EL AMASIJO


   
EL AMASIJO
(Ensayo grosero sobre volar bajo o quedarnos en casa)






Motocicleta: Bello conjunto de metales, válvulas y algo de cromo que, más o menos bien ensamblados, adquiere género femenino, seduce al varón, enoja a su esposa, ofende a su suegra y que, por todas esas cualidades, nos hace inmensamente felices.

  




                ¿Quién, entre los motociclistas, no escuchó alguna vez: “no me digás que preferís estar con ese amasijo de fierros en lugar de estar conmigo y con tus hijos”?
Es curioso, pero así es. Una moto sólo nos demanda algo de combustible y lubricante, no nos reclama fidelidad, se deja montar cuando lo deseamos y, lo que es más importante, no habla. Porque los sonidos que hace son ronroneos, música para nuestros oídos.
En cambio, cuando nuestras chicas nos ven con un lubricante en la mano, lo primero que dicen es: “¡te dije que por ahí no!”.
Es todo un fenómeno digno de ser estudiado por los sociólogos. En ocasiones, hemos dejado la piel y los huesos en el asfalto de alguna curva difícil, pero jamás le achacaremos la culpa a la moto. No señor. La culpa es del boludo que diseñó esa curva maldita y, lo más común, la culpa seguramente será del fasito que nos convidaron o de la novena cerveza que nos tomamos un rato antes de mandarnos a la ruta. Jamás culparemos a nuestra máquina. Eso, nunca. No es de hombres. Pero, de todo lo que sale mal en casa, tenemos a quién culpar…
Además, le somos leales a muerte. ¿Quién no ha sentido la sensación de ser un traidor cuando la ponemos en venta? En cambio, cuando se nos va una pareja, sólo sentimos alivio y esperamos que la siguiente nos deje usar el lubricante de vez en cuando. Así somos. Y no tenemos que sentirnos mal por eso. Las que se comparan con un montón de fierros son ellas, las mujeres; ellas se proponen competir con nuestras motos y, generalmente, pierden. Claro, nuestras mujeres respiran, están vivas, son casi como seres humanos… ¿cómo se les ocurre estar celosas de una pila de chatarra inerte? Pero lo hacen, lo hacen siempre, no falla nunca.
Y si tu mujer todavía no saca las uñas, esperá un cachito y vas a ver.
El día en que tu chica te permita hacerlo por donde “no se debe”, tendrá otras cosas de qué preocuparse y ya no te celará con tu moto. Comprenderá la importancia del lubricante para que todo funcione bien –si le gustó- o entenderá cabalmente la enorme importancia de dejarte salir en tu máquina –si no le gustó-.
De cualquier modo habrá que montarlas con regularidad y firmeza por el culo… o les termina gustando o nos dejan en paz.
Para decirlo con vulgaridad, lo que debemos contestarles invariablemente cuando nos recriminan algo sobre el motociclismo sería: “tenés razón, amor, prepará la vaselina y me quedo en casa”. Veremos, entonces, que rápidamente cambian de opinión y sólo nos dicen “andá tranquilo amor y cuidate en las curvas”.
También está la posibilidad lejana de que, cuando nos vean acomodando la moto, aparezcan solitas con el frasquito de vaselina. Nosotros, en cualquiera de los dos casos, la pasaremos igual de bien.
Es al pedo… los motociclistas seremos siempre un amasijo de carne y fierros y, como decía mi abuela después del cuarto vaso de ginebra, no hemos nacido para sufrir…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario...